Wolfowitz.— La intervenció democràtica
Paul Wolfowitz: “A los estadounidenses les gusta saber que sus líderes son firmes”.
Entrevista de Radek Sikorski, The New York Times, 13/12/04.
Si un halcón es alguien que conoce sus ideas y las expresa con claridad, entonces Paul Wolfowitz, de 60 años, lo es. Pero en otros aspectos no se ajusta a la idea europea de un conservador estadounidense. Ha pasado gran parte de su carrera como enérgico promotor de la intervención democrática y humanitaria.
Se alineó con las naciones prisioneras del imperio soviético antes de que estuviese en boga. Posteriormente, en el Departamento de Estado de Reagan, empujó a los autócratas de Indonesia, Filipinas y Corea del Sur hacia la reforma. Como número tres del Pentágono durante la Administración de Bush, padre, ayudó a formar la coalición que expulsó a Sadam de Kuwait. Ex embajador en Indonesia y decano de la Universidad Johns Hopkins, Wolfowitz es subsecretario de Defensa.
Pregunta. ¿Cree que con la reelección de Bush se ha justificado su política?
Respuesta. Creo que se ha reivindicado el buen juicio del electorado estadounidense. Los estadounidenses entienden que se está librando una guerra y prefieren claramente a Bush como líder en esa guerra. Una de las estadísticas electorales que favorecieron tremendamente al presidente, creo que por un margen de dos a uno, es que es un líder más fuerte. La otra es que podías creerte lo que dice y que él también se lo cree. A los estadounidenses les gusta saber que sus líderes son firmes, no les gustan los dirigentes que toman decisiones basándose en las urnas. Es casi una paradoja de la democracia.
P. Ahora que han concluido las elecciones, ¿se van a acabar las contemplaciones?
R. Si se refiere a Faluya, hace tiempo que quedó claro que el experimento de abril [los comandantes estadounidenses traspasaron la tarea de acabar con la insurgencia a una nueva fuerza de soldados iraquíes] no iba a tener éxito. Pero debería saber que el presidente fue increíblemente escrupuloso en lo que respecta a tratar las consideraciones políticas independientemente de las decisiones sobre seguridad nacional. No soy político, pero imagino que el haber iniciado la ofensiva sobre Faluya el mes pasado habría ayudado al presidente en las urnas. El principal problema es que el Gobierno iraquí debería tomar el mando, y creo que ha quedado patente que al primer ministro Allawi se le está acabando la paciencia.
P. Recientemente visitó Varsovia, de donde procede su familia. [Wolfowitz nació en Nueva York. Su padre, matemático, era de Varsovia, pero emigró durante la breve independencia de Polonia]. Fue al Umschlagplatz, desde donde los nazis alemanes transportaban a los judíos a Treblinka para gasearlos, incluyendo quizá a miembros de su familia. ¿Cómo le ha afectado?
R. De forma menos dramática de lo que a la gente le gusta decir. Aunque el Holocausto es único por el modo en que lo ejecutaron los alemanes, de una forma industrial, ha habido otros genocidios. De hecho, me afectó más, en un sentido positivo, el ver la transformación de la ciudad con respecto a lo que debió de ser no sólo durante la guerra, sino durante los años del comunismo. Y fue un inmenso placer sentarme en aquel apartamento de Varsovia en un hermoso día de otoño y hablar con Jan Nowak, que es el héroe que llevó las noticias del Holocausto a Gran Bretaña y Estados Unidos. Y pensar que ninguno de nosotros hubiera soñado siquiera hace 20 años que viviría en una Varsovia libre.
P. ¿Considera que el Holocausto todavía influye en la actitud de EE UU con respecto a Oriente Próximo e Israel?
R. Lo que Sadam hizo en Irak fue claramente un genocidio. Y por diversos motivos, el mundo miró hacia otro lado. Jan Nowak hizo una observación al respecto: cuando, más tarde, consultó los archivos y vio las notas de sus conversaciones en Londres y Washington a principios de los años cuarenta no se mencionó el tema de la exterminación de los judíos, aunque lo había subrayado. Le pregunté: “¿A qué lo atribuye?” Él me respondió: “Incomodidades en tiempos de guerra.” Era un hecho incómodo y la gente no quería saber, al igual que no quería saber nada sobre Srebrenica. Cuando se inauguró el monumento en Srebrenica, algunos decían: “Si lo hubiéramos sabido.” Bueno, el mundo lo sabía. Durante tres años, el mundo lo supo, y aun así los bosnios no recibieron armas y no se afrontó el conflicto.
Recuerdo haber discutido con gente que estaba a favor del embargo armamentístico en Bosnia en 1992, diciendo que les parecía inmoral, pero dejaban de lado el asunto. Si insistimos en que los bosnios no pueden defenderse, entonces, antes o después, iremos a protegerlos. Eso es lo que ocurrió. Afganistán es todo un éxito, porque dimos poder a los afganos. Y me parece que ayudar a la gente a defenderse es un buen principio estratégico. Creo que algún día Afganistán e Irak contribuirán en gran medida al progreso que Oriente Próximo tanto necesita.
P. Como usted dice, EE UU ha logrado sus mayores éxitos cuando ha investido de poder a sus amigos para hacer lo que querían. ¿Por qué no hicieron eso en Irak? ¿Por qué no podíamos conseguir que los iraquíes liberaran Bagdad, ganando credibilidad al derrocar a Sadam y convirtiéndose luego en el nuevo Gobierno iraquí? ¿Por qué tuvimos que mandar a soldados estadounidenses a hacerlo por ellos?
R. ¿Era necesario que EE UU desempeñara un papel tan destacado? Éste es un aspecto que se ha malinterpretado totalmente y que casi nunca se ha explicado. Eso permite que la gente diga que he tenido la misma idea sobre Irak durante los últimos 10 años. De hecho, antes del 11 de septiembre de 2001, quienes decíamos que era importante acabar con la hipocresía de decir “queremos la liberación de Irak, pero no haremos nada al respecto”, nunca fuimos defensores de la invasión de Bagdad. Hubo quienes decían que no debíamos utilizar ninguna fuerza de tierra. Yo estaba algo más dispuesto a afirmar que podían necesitarse fuerzas de tierra estadounidenses para crear un santuario en el norte o el sur de Irak. Podríamos haberlo hecho en Basora, que es la segunda ciudad más grande del país y que nos recibió con los brazos abiertos cuando los fedayin se marcharon. Pero el 11-S y los ataques con ántrax que llegaron inmediatamente después modificaron los cálculos. En lugar de dejar tranquilo a Sadam para que se volviera más peligroso, debías encargarte de él y hacerlo rápidamente.
P. Usted fue una de las personas que entendieron correctamente la guerra fría. ¿Pero no estamos en peligro de extraer la lección equivocada? La gente de Centroeuropa se liberó con la ayuda occidental porque quería la democracia. Pero en lugares como Cuba, donde el deseo de democracia choca con una fuerza todavía más poderosa, el nacionalismo, no hemos vencido. La democracia puede triunfar en los lugares que carecen de un agravio nacionalista contra Estados Unidos. De ser así, ¿es extrapolable a Oriente Próximo?
R. Creo que no estoy de acuerdo con esa idea. El nacionalismo filipino, por ejemplo, en cierto modo es antiestadounidense, y eso no les ha impedido adoptar la democracia. El nacionalismo coreano es muy, muy poderoso. Pero nuestra relación con Corea hoy día es mucho mejor porque apoyamos su transición democrática hace 20 años y no cargamos con la responsabilidad de ayudar a mantener una tiranía en el poder. El nacionalismo árabe en todas partes tiene una inclinación antiestadounidense. Pero los árabes demócratas están entusiasmados con lo que ha hecho este presidente.
P. Pero Estados Unidos apoya a Gobiernos no democráticos en Egipto y en otras partes. De modo que, ¿hasta qué punto el proyecto de exportar la democracia al mundo árabe es real y hasta qué punto es una guerra propagandística para justificar lo de Irak?
R. Exportar la democracia realmente no es una buena frase. Estamos intentando romper las cadenas impuestas a la democracia. Lo que esperas es poder animar a los Gobiernos a seguir un camino de reforma gradual porque ésa es la mejor forma de evitar el cataclismo que se produciría de no ser así. También es mucho más difícil en lugares en los que existe una tiranía nacional que allí donde es el producto de una ocupación, como Polonia, porque la sociedad es mucho más corrupta. En ese sentido, Irak se parece más a Serbia.
P. Gran Bretaña, Italia, Polonia y Ucrania les apoyaron en Irak con tropas, pero sus ciudadanos se muestran escépticos.
R. Parte de la hostilidad entre la población europea surge de tergiversaciones básicas y profundamente arraigadas. Los académicos de izquierdas dicen que ésta es una guerra por el petróleo, para Halliburton y otros disparates. Los líderes políticos podrían asumir parte de esta falsedad y demagogia. Si el presidente de EE UU hablara con tanta asiduidad y de forma tan crítica sobre Europa como lo hacen los líderes europeos sobre Estados Unidos, probablemente habría en este país un sentimiento antieuropeo mucho mayor del que existe. Y me sorprende que, dado el sacrificio estadounidense en Europa hace 50 o 60 años, no haya más europeos que crean que los pueblos iraquí o afgano tienen derecho a un trato similar. Es sorprendente oír a los liberales y socialistas, ya sea en Europa o aquí, afirmando con convicción que deberíamos haber dejado en paz a la dictadura fascista y genocida de Sadam.
P. Estados Unidos habría conseguido un mayor respaldo en Europa si hubiera justificado la guerra con motivos humanitarios. Europa aceptó la guerra contra Serbia por ese motivo.
R. Pero nunca habríamos recibido 15 votos en la ONU con esa propuesta. La ONU fue la que nos obligó a seguir el camino de las armas de destrucción masiva, que es un argumento legítimo. Cuando el presidente fue a la ONU por primera vez planteó tres argumentos. Habló sobre terrorismo, habló sobre armas de destrucción masiva y habló sobre los abusos contra la población iraquí.
P. En la víspera de la guerra en Irak le pregunté a uno de sus colegas si valía la pena ganar en Irak y perder en Europa. Me respondió que, cuando ganemos, los portavoces de Asuntos Exteriores europeos se desvivirán por demostrar que estuvieron de nuestro lado en todo momento. Pero eso no ha ocurrido.
R. Es muy temprano para decir cuál será el efecto de ganar la guerra en Irak, porque todavía no ha terminado. Y no puedes tomar una decisión tan importante como qué hacer en Irak basándote en un sondeo de opinión popular. Al final, la opinión llegará después de los hechos.
P. Pero la guerra de Irak ha generado por primera vez una opinión pública europea que es antiestadounidense, incluso en países que participaron en el conflicto.
R. Creo que compartimos muchos intereses fundamentales con Europa, basados en gran medida en valores comunes. Y eso, a medio o largo plazo, es lo que prevalecerá. El programa de reformas en el mundo árabe que está promoviendo el presidente beneficiará más a Europa que a Estados Unidos. Si logramos encontrar un modo de fomentar la solución de dos Estados que desea el presidente para Israel y Palestina, eso transformará nuestras relaciones. Pero si quieres realizar los cambios que considero necesarios, no lo conseguirás si eres demasiado respetuoso con el mínimo común denominador. Por ejemplo, han ocurrido muchas cosas negativas en los Balcanes porque, a ambos lados del Atlántico, la gente se negó a tomar decisiones difíciles durante años. Y luego, cuando finalmente lo hicieron y tuvieron éxito, ¿quién recuerda ahora que los europeos consideraban que los estadounidenses de la Administración de Clinton eran despóticos?
P. En enero estuve en Irak y me sorprendió descubrir que la electricidad es gratuita. No es extraño que haya apagones.
R. Sí. Ahora hay más electricidad que antes de la guerra. Los cortes del suministro eléctrico son importantes en parte porque hacen infeliz a la gente y porque les hace sospechar de nosotros. Dicen: “Si pueden mandar a un hombre a la Luna, ¿por qué no pueden arreglar el sistema eléctrico o limpiar las barriadas?” Si actúas a partir de esa falsa premisa, entonces llegas a una conclusión errónea, que es que los estadounidenses deben de estar aquí con segundas intenciones. Y entonces, si se acerca un antiguo baazista y dice: “Vuestros hijos son buenos, de verdad espero que estéis pensando en su futuro”, resulta intimidatorio. Lo principal que puede hacer el enemigo en Irak es intimidar, y no podemos ni queremos competir con eso. Pero para que los iraquíes luchen deben tener mucha confianza en nosotros, saber que no vamos a salir corriendo. Y si la electricidad no funciona se reduce esa confianza. Creo que una de las ventajas de la reelección de Bush es que tanto los iraquíes buenos como los malos comenzarán a pensar que a los malos se les ha acabado el juego.
P. ¿Qué ha aprendido como embajador en Indonesia?
R. Indonesia es maravillosa. Un país de más de 220 millones de personas con la población musulmana más elevada del mundo, que te da una cierta perspectiva sobre este problema. Es una panorámica algo atípica, ya que no es un país árabe y tiene una fuerte tradición de tolerancia religiosa. Diría que más del 90% de los indonesios rechaza a los extremistas. Pero en un país de 220 millones de personas, incluso si una diezmilésima parte de la población fueran terroristas, tendrías a 22.000. De hecho, probablemente hay muchísimos menos. Y aun así, pueden causar un daño terrible, como vimos con la explosión de Bali. Parte del reto en un país como Indonesia es crear unas condiciones en las que los musulmanes tradicionales se sientan cómodos denunciando a los terroristas. Éste es uno de los motivos por los que el presidente Bush ha sido tan cauteloso en no ofender al islam y en acentuar la naturaleza musulmana de nuestros aliados. Existe una estrecha analogía con el principio de la guerra fría, cuando algunos decían que el enemigo era el socialismo. Creo que quienes ganaron la guerra fría fueron aquellos que reconocieron que los más grandes aliados en la lucha contra el terrorismo eran los socialistas democráticos y los sindicalistas.
P. ¿Fue inteligente dejar de lado a la OTAN cuando salió en defensa de EE UU tras el 11-S?
R. Eso es un mito. Asistí a esa reunión y las informaciones de que hicimos caso omiso de la OTAN son falsas. Creo que en parte surgió de la impresión de que teníamos que haber planteado una serie de peticiones detalladas a la OTAN. No pedimos más a la OTAN porque todavía no habíamos calculado qué necesitábamos. Pero nos gustó disponer del Sistema de Alerta y Control Anticipado de la OTAN para defender el espacio aéreo estadounidense. Nos gustó la invocación del artículo quinto. Apoyamos a lord Robertson y todo lo que intentaba hacer. Y no puede considerarse un desdén hacia la OTAN el tener a todos estos países ayudando a garantizar la seguridad en Afganistán en la actualidad. Por otro lado, cuando pedimos a la gente que hiciera algo en Afganistán, la mayoría de países puso todo su empeño. Algunos están haciendo mucho, particularmente los nuevos miembros de la OTAN.
P. ¿Cómo encaja Chechenia en la guerra contra el terrorismo?
R. Los chechenos tienen preocupaciones políticas legítimas. Pero el hecho de que algunos de ellos persigan esos fines por medio del terrorismo pone a cualquier país que se tome en serio su oposición al terrorismo en una posición muy difícil. Y hay que ser totalmente claro al denunciar atrocidades como las ocurridas en Beslan. Pero creo que apoyar una solución política al conflicto checheno no equivale a condonar el terrorismo.
P. ¿Cuál sería su modelo de cooperación con Europa con respecto a Irán? ¿Puede Europa ser el policía bueno y Estados Unidos el malo?
R. El martillo, como en Corea, no es militar, sino económico. Lo que pueden hacer nuestros socios asiáticos para convencer a Corea del Norte económicamente es mucho más de lo que nosotros podemos hacer. La ecuación iraní es mucho más compleja, y el país está abierto a la influencia política de un modo en que Corea no lo está. Los europeos disponen de una influencia económica en Irán que podrían poner en práctica.
P. El presidente de EE UU, antes era visto como el líder del mundo libre más que el presidente de un país, y Estados Unidos era concebido como un imperio global benigno. Ahora, tras el 11-S, comprensiblemente es un país más patriótico, quizá incluso más nacionalista. ¿Pero no será mucho más alto el precio de dirigir un imperio estadounidense nacionalista que el de dirigir uno más cooperativo? La primera guerra del Golfo, por ejemplo, se financió sola, mientras que la guerra de Irak resulta cara.
R. La premisa de su pregunta es que pretendemos crear un imperio, pero no existe ningún imperio estadounidense. Fíjese en Japón y Corea. Formaban parte de algo que se denominó imperio durante la guerra fría. Después de la II Guerra Mundial y la guerra de Corea invertimos mucho en los sistemas de defensa y económicos de países como Japón y Corea, lo cual dista mucho de ser una empresa imperial. Sugeriría que nos hemos beneficiado enormemente de su fuerza y su capacidad para mantenerse por sí mismos. Ahora colaboran con el resto del mundo. Nos compensa mucho más que Japón sea un socio comercial fuerte y no un caso perdido. Si la gente quiere redefinir el término imperio para decir que esto lo es, entonces se trata sólo de semántica. No intentamos controlar a esos países para explotar sus recursos. Intentamos permitir a estos países mantenerse por sí mismos, y nuestra experiencia nos dice que cuando lo hagan estaremos mejor.
Entrevista de Radek Sikorski, The New York Times, 13/12/04.
Si un halcón es alguien que conoce sus ideas y las expresa con claridad, entonces Paul Wolfowitz, de 60 años, lo es. Pero en otros aspectos no se ajusta a la idea europea de un conservador estadounidense. Ha pasado gran parte de su carrera como enérgico promotor de la intervención democrática y humanitaria.
Se alineó con las naciones prisioneras del imperio soviético antes de que estuviese en boga. Posteriormente, en el Departamento de Estado de Reagan, empujó a los autócratas de Indonesia, Filipinas y Corea del Sur hacia la reforma. Como número tres del Pentágono durante la Administración de Bush, padre, ayudó a formar la coalición que expulsó a Sadam de Kuwait. Ex embajador en Indonesia y decano de la Universidad Johns Hopkins, Wolfowitz es subsecretario de Defensa.
Pregunta. ¿Cree que con la reelección de Bush se ha justificado su política?
Respuesta. Creo que se ha reivindicado el buen juicio del electorado estadounidense. Los estadounidenses entienden que se está librando una guerra y prefieren claramente a Bush como líder en esa guerra. Una de las estadísticas electorales que favorecieron tremendamente al presidente, creo que por un margen de dos a uno, es que es un líder más fuerte. La otra es que podías creerte lo que dice y que él también se lo cree. A los estadounidenses les gusta saber que sus líderes son firmes, no les gustan los dirigentes que toman decisiones basándose en las urnas. Es casi una paradoja de la democracia.
P. Ahora que han concluido las elecciones, ¿se van a acabar las contemplaciones?
R. Si se refiere a Faluya, hace tiempo que quedó claro que el experimento de abril [los comandantes estadounidenses traspasaron la tarea de acabar con la insurgencia a una nueva fuerza de soldados iraquíes] no iba a tener éxito. Pero debería saber que el presidente fue increíblemente escrupuloso en lo que respecta a tratar las consideraciones políticas independientemente de las decisiones sobre seguridad nacional. No soy político, pero imagino que el haber iniciado la ofensiva sobre Faluya el mes pasado habría ayudado al presidente en las urnas. El principal problema es que el Gobierno iraquí debería tomar el mando, y creo que ha quedado patente que al primer ministro Allawi se le está acabando la paciencia.
P. Recientemente visitó Varsovia, de donde procede su familia. [Wolfowitz nació en Nueva York. Su padre, matemático, era de Varsovia, pero emigró durante la breve independencia de Polonia]. Fue al Umschlagplatz, desde donde los nazis alemanes transportaban a los judíos a Treblinka para gasearlos, incluyendo quizá a miembros de su familia. ¿Cómo le ha afectado?
R. De forma menos dramática de lo que a la gente le gusta decir. Aunque el Holocausto es único por el modo en que lo ejecutaron los alemanes, de una forma industrial, ha habido otros genocidios. De hecho, me afectó más, en un sentido positivo, el ver la transformación de la ciudad con respecto a lo que debió de ser no sólo durante la guerra, sino durante los años del comunismo. Y fue un inmenso placer sentarme en aquel apartamento de Varsovia en un hermoso día de otoño y hablar con Jan Nowak, que es el héroe que llevó las noticias del Holocausto a Gran Bretaña y Estados Unidos. Y pensar que ninguno de nosotros hubiera soñado siquiera hace 20 años que viviría en una Varsovia libre.
P. ¿Considera que el Holocausto todavía influye en la actitud de EE UU con respecto a Oriente Próximo e Israel?
R. Lo que Sadam hizo en Irak fue claramente un genocidio. Y por diversos motivos, el mundo miró hacia otro lado. Jan Nowak hizo una observación al respecto: cuando, más tarde, consultó los archivos y vio las notas de sus conversaciones en Londres y Washington a principios de los años cuarenta no se mencionó el tema de la exterminación de los judíos, aunque lo había subrayado. Le pregunté: “¿A qué lo atribuye?” Él me respondió: “Incomodidades en tiempos de guerra.” Era un hecho incómodo y la gente no quería saber, al igual que no quería saber nada sobre Srebrenica. Cuando se inauguró el monumento en Srebrenica, algunos decían: “Si lo hubiéramos sabido.” Bueno, el mundo lo sabía. Durante tres años, el mundo lo supo, y aun así los bosnios no recibieron armas y no se afrontó el conflicto.
Recuerdo haber discutido con gente que estaba a favor del embargo armamentístico en Bosnia en 1992, diciendo que les parecía inmoral, pero dejaban de lado el asunto. Si insistimos en que los bosnios no pueden defenderse, entonces, antes o después, iremos a protegerlos. Eso es lo que ocurrió. Afganistán es todo un éxito, porque dimos poder a los afganos. Y me parece que ayudar a la gente a defenderse es un buen principio estratégico. Creo que algún día Afganistán e Irak contribuirán en gran medida al progreso que Oriente Próximo tanto necesita.
P. Como usted dice, EE UU ha logrado sus mayores éxitos cuando ha investido de poder a sus amigos para hacer lo que querían. ¿Por qué no hicieron eso en Irak? ¿Por qué no podíamos conseguir que los iraquíes liberaran Bagdad, ganando credibilidad al derrocar a Sadam y convirtiéndose luego en el nuevo Gobierno iraquí? ¿Por qué tuvimos que mandar a soldados estadounidenses a hacerlo por ellos?
R. ¿Era necesario que EE UU desempeñara un papel tan destacado? Éste es un aspecto que se ha malinterpretado totalmente y que casi nunca se ha explicado. Eso permite que la gente diga que he tenido la misma idea sobre Irak durante los últimos 10 años. De hecho, antes del 11 de septiembre de 2001, quienes decíamos que era importante acabar con la hipocresía de decir “queremos la liberación de Irak, pero no haremos nada al respecto”, nunca fuimos defensores de la invasión de Bagdad. Hubo quienes decían que no debíamos utilizar ninguna fuerza de tierra. Yo estaba algo más dispuesto a afirmar que podían necesitarse fuerzas de tierra estadounidenses para crear un santuario en el norte o el sur de Irak. Podríamos haberlo hecho en Basora, que es la segunda ciudad más grande del país y que nos recibió con los brazos abiertos cuando los fedayin se marcharon. Pero el 11-S y los ataques con ántrax que llegaron inmediatamente después modificaron los cálculos. En lugar de dejar tranquilo a Sadam para que se volviera más peligroso, debías encargarte de él y hacerlo rápidamente.
P. Usted fue una de las personas que entendieron correctamente la guerra fría. ¿Pero no estamos en peligro de extraer la lección equivocada? La gente de Centroeuropa se liberó con la ayuda occidental porque quería la democracia. Pero en lugares como Cuba, donde el deseo de democracia choca con una fuerza todavía más poderosa, el nacionalismo, no hemos vencido. La democracia puede triunfar en los lugares que carecen de un agravio nacionalista contra Estados Unidos. De ser así, ¿es extrapolable a Oriente Próximo?
R. Creo que no estoy de acuerdo con esa idea. El nacionalismo filipino, por ejemplo, en cierto modo es antiestadounidense, y eso no les ha impedido adoptar la democracia. El nacionalismo coreano es muy, muy poderoso. Pero nuestra relación con Corea hoy día es mucho mejor porque apoyamos su transición democrática hace 20 años y no cargamos con la responsabilidad de ayudar a mantener una tiranía en el poder. El nacionalismo árabe en todas partes tiene una inclinación antiestadounidense. Pero los árabes demócratas están entusiasmados con lo que ha hecho este presidente.
P. Pero Estados Unidos apoya a Gobiernos no democráticos en Egipto y en otras partes. De modo que, ¿hasta qué punto el proyecto de exportar la democracia al mundo árabe es real y hasta qué punto es una guerra propagandística para justificar lo de Irak?
R. Exportar la democracia realmente no es una buena frase. Estamos intentando romper las cadenas impuestas a la democracia. Lo que esperas es poder animar a los Gobiernos a seguir un camino de reforma gradual porque ésa es la mejor forma de evitar el cataclismo que se produciría de no ser así. También es mucho más difícil en lugares en los que existe una tiranía nacional que allí donde es el producto de una ocupación, como Polonia, porque la sociedad es mucho más corrupta. En ese sentido, Irak se parece más a Serbia.
P. Gran Bretaña, Italia, Polonia y Ucrania les apoyaron en Irak con tropas, pero sus ciudadanos se muestran escépticos.
R. Parte de la hostilidad entre la población europea surge de tergiversaciones básicas y profundamente arraigadas. Los académicos de izquierdas dicen que ésta es una guerra por el petróleo, para Halliburton y otros disparates. Los líderes políticos podrían asumir parte de esta falsedad y demagogia. Si el presidente de EE UU hablara con tanta asiduidad y de forma tan crítica sobre Europa como lo hacen los líderes europeos sobre Estados Unidos, probablemente habría en este país un sentimiento antieuropeo mucho mayor del que existe. Y me sorprende que, dado el sacrificio estadounidense en Europa hace 50 o 60 años, no haya más europeos que crean que los pueblos iraquí o afgano tienen derecho a un trato similar. Es sorprendente oír a los liberales y socialistas, ya sea en Europa o aquí, afirmando con convicción que deberíamos haber dejado en paz a la dictadura fascista y genocida de Sadam.
P. Estados Unidos habría conseguido un mayor respaldo en Europa si hubiera justificado la guerra con motivos humanitarios. Europa aceptó la guerra contra Serbia por ese motivo.
R. Pero nunca habríamos recibido 15 votos en la ONU con esa propuesta. La ONU fue la que nos obligó a seguir el camino de las armas de destrucción masiva, que es un argumento legítimo. Cuando el presidente fue a la ONU por primera vez planteó tres argumentos. Habló sobre terrorismo, habló sobre armas de destrucción masiva y habló sobre los abusos contra la población iraquí.
P. En la víspera de la guerra en Irak le pregunté a uno de sus colegas si valía la pena ganar en Irak y perder en Europa. Me respondió que, cuando ganemos, los portavoces de Asuntos Exteriores europeos se desvivirán por demostrar que estuvieron de nuestro lado en todo momento. Pero eso no ha ocurrido.
R. Es muy temprano para decir cuál será el efecto de ganar la guerra en Irak, porque todavía no ha terminado. Y no puedes tomar una decisión tan importante como qué hacer en Irak basándote en un sondeo de opinión popular. Al final, la opinión llegará después de los hechos.
P. Pero la guerra de Irak ha generado por primera vez una opinión pública europea que es antiestadounidense, incluso en países que participaron en el conflicto.
R. Creo que compartimos muchos intereses fundamentales con Europa, basados en gran medida en valores comunes. Y eso, a medio o largo plazo, es lo que prevalecerá. El programa de reformas en el mundo árabe que está promoviendo el presidente beneficiará más a Europa que a Estados Unidos. Si logramos encontrar un modo de fomentar la solución de dos Estados que desea el presidente para Israel y Palestina, eso transformará nuestras relaciones. Pero si quieres realizar los cambios que considero necesarios, no lo conseguirás si eres demasiado respetuoso con el mínimo común denominador. Por ejemplo, han ocurrido muchas cosas negativas en los Balcanes porque, a ambos lados del Atlántico, la gente se negó a tomar decisiones difíciles durante años. Y luego, cuando finalmente lo hicieron y tuvieron éxito, ¿quién recuerda ahora que los europeos consideraban que los estadounidenses de la Administración de Clinton eran despóticos?
P. En enero estuve en Irak y me sorprendió descubrir que la electricidad es gratuita. No es extraño que haya apagones.
R. Sí. Ahora hay más electricidad que antes de la guerra. Los cortes del suministro eléctrico son importantes en parte porque hacen infeliz a la gente y porque les hace sospechar de nosotros. Dicen: “Si pueden mandar a un hombre a la Luna, ¿por qué no pueden arreglar el sistema eléctrico o limpiar las barriadas?” Si actúas a partir de esa falsa premisa, entonces llegas a una conclusión errónea, que es que los estadounidenses deben de estar aquí con segundas intenciones. Y entonces, si se acerca un antiguo baazista y dice: “Vuestros hijos son buenos, de verdad espero que estéis pensando en su futuro”, resulta intimidatorio. Lo principal que puede hacer el enemigo en Irak es intimidar, y no podemos ni queremos competir con eso. Pero para que los iraquíes luchen deben tener mucha confianza en nosotros, saber que no vamos a salir corriendo. Y si la electricidad no funciona se reduce esa confianza. Creo que una de las ventajas de la reelección de Bush es que tanto los iraquíes buenos como los malos comenzarán a pensar que a los malos se les ha acabado el juego.
P. ¿Qué ha aprendido como embajador en Indonesia?
R. Indonesia es maravillosa. Un país de más de 220 millones de personas con la población musulmana más elevada del mundo, que te da una cierta perspectiva sobre este problema. Es una panorámica algo atípica, ya que no es un país árabe y tiene una fuerte tradición de tolerancia religiosa. Diría que más del 90% de los indonesios rechaza a los extremistas. Pero en un país de 220 millones de personas, incluso si una diezmilésima parte de la población fueran terroristas, tendrías a 22.000. De hecho, probablemente hay muchísimos menos. Y aun así, pueden causar un daño terrible, como vimos con la explosión de Bali. Parte del reto en un país como Indonesia es crear unas condiciones en las que los musulmanes tradicionales se sientan cómodos denunciando a los terroristas. Éste es uno de los motivos por los que el presidente Bush ha sido tan cauteloso en no ofender al islam y en acentuar la naturaleza musulmana de nuestros aliados. Existe una estrecha analogía con el principio de la guerra fría, cuando algunos decían que el enemigo era el socialismo. Creo que quienes ganaron la guerra fría fueron aquellos que reconocieron que los más grandes aliados en la lucha contra el terrorismo eran los socialistas democráticos y los sindicalistas.
P. ¿Fue inteligente dejar de lado a la OTAN cuando salió en defensa de EE UU tras el 11-S?
R. Eso es un mito. Asistí a esa reunión y las informaciones de que hicimos caso omiso de la OTAN son falsas. Creo que en parte surgió de la impresión de que teníamos que haber planteado una serie de peticiones detalladas a la OTAN. No pedimos más a la OTAN porque todavía no habíamos calculado qué necesitábamos. Pero nos gustó disponer del Sistema de Alerta y Control Anticipado de la OTAN para defender el espacio aéreo estadounidense. Nos gustó la invocación del artículo quinto. Apoyamos a lord Robertson y todo lo que intentaba hacer. Y no puede considerarse un desdén hacia la OTAN el tener a todos estos países ayudando a garantizar la seguridad en Afganistán en la actualidad. Por otro lado, cuando pedimos a la gente que hiciera algo en Afganistán, la mayoría de países puso todo su empeño. Algunos están haciendo mucho, particularmente los nuevos miembros de la OTAN.
P. ¿Cómo encaja Chechenia en la guerra contra el terrorismo?
R. Los chechenos tienen preocupaciones políticas legítimas. Pero el hecho de que algunos de ellos persigan esos fines por medio del terrorismo pone a cualquier país que se tome en serio su oposición al terrorismo en una posición muy difícil. Y hay que ser totalmente claro al denunciar atrocidades como las ocurridas en Beslan. Pero creo que apoyar una solución política al conflicto checheno no equivale a condonar el terrorismo.
P. ¿Cuál sería su modelo de cooperación con Europa con respecto a Irán? ¿Puede Europa ser el policía bueno y Estados Unidos el malo?
R. El martillo, como en Corea, no es militar, sino económico. Lo que pueden hacer nuestros socios asiáticos para convencer a Corea del Norte económicamente es mucho más de lo que nosotros podemos hacer. La ecuación iraní es mucho más compleja, y el país está abierto a la influencia política de un modo en que Corea no lo está. Los europeos disponen de una influencia económica en Irán que podrían poner en práctica.
P. El presidente de EE UU, antes era visto como el líder del mundo libre más que el presidente de un país, y Estados Unidos era concebido como un imperio global benigno. Ahora, tras el 11-S, comprensiblemente es un país más patriótico, quizá incluso más nacionalista. ¿Pero no será mucho más alto el precio de dirigir un imperio estadounidense nacionalista que el de dirigir uno más cooperativo? La primera guerra del Golfo, por ejemplo, se financió sola, mientras que la guerra de Irak resulta cara.
R. La premisa de su pregunta es que pretendemos crear un imperio, pero no existe ningún imperio estadounidense. Fíjese en Japón y Corea. Formaban parte de algo que se denominó imperio durante la guerra fría. Después de la II Guerra Mundial y la guerra de Corea invertimos mucho en los sistemas de defensa y económicos de países como Japón y Corea, lo cual dista mucho de ser una empresa imperial. Sugeriría que nos hemos beneficiado enormemente de su fuerza y su capacidad para mantenerse por sí mismos. Ahora colaboran con el resto del mundo. Nos compensa mucho más que Japón sea un socio comercial fuerte y no un caso perdido. Si la gente quiere redefinir el término imperio para decir que esto lo es, entonces se trata sólo de semántica. No intentamos controlar a esos países para explotar sus recursos. Intentamos permitir a estos países mantenerse por sí mismos, y nuestra experiencia nos dice que cuando lo hagan estaremos mejor.
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