... i rebel !
Francisco Peregil: Lesbiana, musulmana y rebelde
El Pais, 14/11/2004.
Una periodista islámica de Canadá cuestiona en un libro las verdades reveladas en el Corán y emprende una campaña contra el “victimismo y el despotismo” de su religión
Desde los 9 a los 14 años la periodista canadiense Irshad Manji acudía con su chador en la cabeza a la madraza de Richmond, una ciudad canadiense de 168.000 habitantes en la frontera con EE UU. Irshad pertenece a una familia musulmana que emigró de Uganda a Canadá cuando ella tenía cuatro años. La escuela islámica adonde iba estaba situada en el piso superior de una mezquita recién construida.
Manji empezó muy pronto a hacer preguntas al mulá, un musulmán que prestaba voluntariamente sus servicios cada fin de semana para dar a los hijos de los inmigrantes una educación religiosa. ¿Por qué las chicas tenían que practicar los ritos fundamentales, como rezar cinco veces al día, desde edad más temprana que los chicos? El mulá le dijo que las chicas maduran antes. Alcanzan la “edad obligatoria” del culto a los 9 años, mientras los hombres lo hacen a los 13.
— Entonces, ¿por qué no se nos permite a las chicas dirigir la oración?— preguntó ella.
—Alá no lo permite.
—¿Por qué?
—Lee el Corán.
Pero el Corán se debería leer en árabe para alcanzar su mensaje profundo. Así que siguió planteando preguntas: “Por qué el estigma debe marcar a aquellos de nosotros que no hemos sido destetados en árabe cuando el hecho es que sólo el 13% de todos los musulmanes del mundo es árabe?”.
A los 14 años, el mulá la expulsó de la madraza. Pero nunca abandonó la fe en el islam. Ni siquiera cuando fue descubriendo su orientación homosexual. Las preguntas que de niña planteaba en la escuela islámica las aireaba después en un programa de televisión por Internet: “¿Cómo puede el Corán denunciar la homosexualidad y declarar al mismo tiempo que Alá convierte en excelente todo lo que crea?”.
Irshad Manji, que ahora tiene 33 años, emitió programas polémicos sobre la homosexualidad. Recibió muchas quejas por parte de musulmanes. Y la más habitual venía a decir que aquellos “cerdos homosexuales” a los que Manji invitó debían ser judíos.
Cada vez más, Manji se iba convenciendo de que el islam estaba en manos de una corriente mayoritaria que creía en la absoluta literalidad del Corán.
“Incluso a los musulmanes occidentales se les educa en la creencia de que, como el Corán vino después de la Biblia de los cristianos y el Torá de los judíos, es el manifiesto definitivo y por tanto perfecto de los deseos de Dios”, indica Manji.
“Y ésa es una creencia que incluso los musulmanes moderados que viven en Occidente aceptan”, añade Manji. “Este complejo de supremacía es peligroso porque cuando se producen abusos en nombre del islam muchos musulmanes no saben cómo debatir lo que dicen los fundamentalistas, porque no se nos ha enseñado a hacer preguntas sobre el libro sagrado”.
Un día, la periodista preguntó a varios amigos creyentes: “¿Dónde estaban los musulmanes de Toronto, Vancuver o Montreal cuando los talibanes destruyeron las estatuas de Buda del valle de Bamiyan, en Afganistán?” “¿Por qué la ausencia de protestas musulmanas masivas en nuestras calles?”. La única respuesta que recibió provino de otra musulmana feminista que le preguntó a Irshad: “¿Sabes lo que les está ocurriendo a los musulmanes en Palestina?”
“Aquello era una clara evasiva”, recuerda Manji. La periodista pensó entonces que la “política infumable” de Oriente Próximo no podía justificar el silencio de los musulmanes de Occidente ante las lapidaciones de mujeres ni los totalitarismo islámicos.
Y escribió el libro Mis dilemas con el Islam (editorial Maeva). Desde el año pasado, ha sido publicado en 25 países. Gran parte de los siete millones de musulmanes que viven en Estados Unidos pudieron leer cómo The New York Times calificaba a Manji como “la pesadilla de Bin Laden”.
“El libro es una carta que dirijo a mis hermanos musulmanes”, sostiene. “Y en ella les explico lo que es la ¨ytihad. No la yihad [guerra santa], sino la ¨ytihad. Es la tradición islámica de razonamiento independiente que permite a todos los musulmanes, heterosexuales o gays, viejos o jóvenes, poner al día sus prácticas religiosas a la luz de las circunstancias contemporáneas”.
Irshad Manji ha colgado de la red una traducción al árabe de su libro gratuita. Y asegura que cada día recibe cientos de mensajes de apoyo por Internet. ¿No teme una fatwa, una condena como la que se dictó contra el novelista Salman Rushdie?
“A lo mejor debiera tener miedo. Pero no lo tengo. Si uno vive con miedo en Occidente estaría dando la espalda a la libertad que se me ha dado”.
Cuando algún medio musulmán entrevista a Manji ella se dirige al público: “Sé que algunos querríais verme muerta. Pero, antes de matarme, haceos esta pregunta: ¿No creéis que lo que vais a hacer es dar más fuerza a lo que yo digo? ¿A quién vais a ayudar? ¿A mi causa o a la vuestra?”.
El Pais, 14/11/2004.
Una periodista islámica de Canadá cuestiona en un libro las verdades reveladas en el Corán y emprende una campaña contra el “victimismo y el despotismo” de su religión
Desde los 9 a los 14 años la periodista canadiense Irshad Manji acudía con su chador en la cabeza a la madraza de Richmond, una ciudad canadiense de 168.000 habitantes en la frontera con EE UU. Irshad pertenece a una familia musulmana que emigró de Uganda a Canadá cuando ella tenía cuatro años. La escuela islámica adonde iba estaba situada en el piso superior de una mezquita recién construida.
Manji empezó muy pronto a hacer preguntas al mulá, un musulmán que prestaba voluntariamente sus servicios cada fin de semana para dar a los hijos de los inmigrantes una educación religiosa. ¿Por qué las chicas tenían que practicar los ritos fundamentales, como rezar cinco veces al día, desde edad más temprana que los chicos? El mulá le dijo que las chicas maduran antes. Alcanzan la “edad obligatoria” del culto a los 9 años, mientras los hombres lo hacen a los 13.
— Entonces, ¿por qué no se nos permite a las chicas dirigir la oración?— preguntó ella.
—Alá no lo permite.
—¿Por qué?
—Lee el Corán.
Pero el Corán se debería leer en árabe para alcanzar su mensaje profundo. Así que siguió planteando preguntas: “Por qué el estigma debe marcar a aquellos de nosotros que no hemos sido destetados en árabe cuando el hecho es que sólo el 13% de todos los musulmanes del mundo es árabe?”.
A los 14 años, el mulá la expulsó de la madraza. Pero nunca abandonó la fe en el islam. Ni siquiera cuando fue descubriendo su orientación homosexual. Las preguntas que de niña planteaba en la escuela islámica las aireaba después en un programa de televisión por Internet: “¿Cómo puede el Corán denunciar la homosexualidad y declarar al mismo tiempo que Alá convierte en excelente todo lo que crea?”.
Irshad Manji, que ahora tiene 33 años, emitió programas polémicos sobre la homosexualidad. Recibió muchas quejas por parte de musulmanes. Y la más habitual venía a decir que aquellos “cerdos homosexuales” a los que Manji invitó debían ser judíos.
Cada vez más, Manji se iba convenciendo de que el islam estaba en manos de una corriente mayoritaria que creía en la absoluta literalidad del Corán.
“Incluso a los musulmanes occidentales se les educa en la creencia de que, como el Corán vino después de la Biblia de los cristianos y el Torá de los judíos, es el manifiesto definitivo y por tanto perfecto de los deseos de Dios”, indica Manji.
“Y ésa es una creencia que incluso los musulmanes moderados que viven en Occidente aceptan”, añade Manji. “Este complejo de supremacía es peligroso porque cuando se producen abusos en nombre del islam muchos musulmanes no saben cómo debatir lo que dicen los fundamentalistas, porque no se nos ha enseñado a hacer preguntas sobre el libro sagrado”.
Un día, la periodista preguntó a varios amigos creyentes: “¿Dónde estaban los musulmanes de Toronto, Vancuver o Montreal cuando los talibanes destruyeron las estatuas de Buda del valle de Bamiyan, en Afganistán?” “¿Por qué la ausencia de protestas musulmanas masivas en nuestras calles?”. La única respuesta que recibió provino de otra musulmana feminista que le preguntó a Irshad: “¿Sabes lo que les está ocurriendo a los musulmanes en Palestina?”
“Aquello era una clara evasiva”, recuerda Manji. La periodista pensó entonces que la “política infumable” de Oriente Próximo no podía justificar el silencio de los musulmanes de Occidente ante las lapidaciones de mujeres ni los totalitarismo islámicos.
Y escribió el libro Mis dilemas con el Islam (editorial Maeva). Desde el año pasado, ha sido publicado en 25 países. Gran parte de los siete millones de musulmanes que viven en Estados Unidos pudieron leer cómo The New York Times calificaba a Manji como “la pesadilla de Bin Laden”.
“El libro es una carta que dirijo a mis hermanos musulmanes”, sostiene. “Y en ella les explico lo que es la ¨ytihad. No la yihad [guerra santa], sino la ¨ytihad. Es la tradición islámica de razonamiento independiente que permite a todos los musulmanes, heterosexuales o gays, viejos o jóvenes, poner al día sus prácticas religiosas a la luz de las circunstancias contemporáneas”.
Irshad Manji ha colgado de la red una traducción al árabe de su libro gratuita. Y asegura que cada día recibe cientos de mensajes de apoyo por Internet. ¿No teme una fatwa, una condena como la que se dictó contra el novelista Salman Rushdie?
“A lo mejor debiera tener miedo. Pero no lo tengo. Si uno vive con miedo en Occidente estaría dando la espalda a la libertad que se me ha dado”.
Cuando algún medio musulmán entrevista a Manji ella se dirige al público: “Sé que algunos querríais verme muerta. Pero, antes de matarme, haceos esta pregunta: ¿No creéis que lo que vais a hacer es dar más fuerza a lo que yo digo? ¿A quién vais a ayudar? ¿A mi causa o a la vuestra?”.
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